Resumen por Jorge Larenas
Esta segunda sesión convocó a un panel que ofrecía una visión bastante diversa y amplia respecto de la sociedad civil y la universidad pública. Ello pues María Olivia Monckeberg, Académica del Instituto de Comunicación e Imagen de la Universidad Chile, abordó el tema desde las transformaciones que ha sufrido el sistema universitario en su proceso de privatización; por su parte, Lautaro Guanca, Dirigente del Movimiento de Pobladores en Lucha (MPL), puso el énfasis en el necesario diálogo entre la universidad y las organizaciones sociales; y Ennio Vivaldi, Académico de la Facultad de Medicina de la Universidad de Chile e integrante del Senado Universitario, quien a su vez, puso en relieve las fortalezas de la Universidad de Chile como espacio republicano e integrador en una sociedad fragmentada.
En ese contexto, la primera exposición estuvo a cargo del Profesor Vivaldi quien manifestó que los problemas de la universidad pública y la ciudad, como muchos de los problemas que vivimos, son problemas políticos. Asimismo, planteó que lo político asume ciertos “bordes” efectivos dados por la factibilidad, pues cuando se habla de política, se hace referencia a las cosas que son factibles de hacer. No obstante, no hay que renunciar a que los “bordes” de factibilidad puedan desplazarse y que, al menos, con un poco de voluntad y de convicción eso es posible de hacer.
De acuerdo al Profesor Vivaldi, el problema mayor que tenemos en Chile es una incapacidad, una fuerte pérdida de creatividad, de imaginación, de capacidad de propuesta en general. Eso se expresa como en ninguna otra instancia, en la clase política, cuya incapacidad propositiva es infinita, lo que bien puede tratarse de una falta de voluntad política de generar un modelo coherente, alternativo al heredado de la dictadura.
Profundiza en que lo público en general, y particularmente a educación pública, constituye o debe constituir una fuerza que cohesiona el tejido social de un país, y tiene que ver con la idea de un bien común, con la pertenencia a la sociedad y también con el hecho de que la sociedad, de alguna manera, nos pertenece a todos. También, vagamente, hay un sentido de destino colectivo, porque de alguna manera estamos metidos en un barco que va a alguna parte, y por lo tanto, lo público tiene que ver con un interés colectivo. Yo creo que este es un concepto que ha sido sistemáticamente combatido, y creo también que una de las grandes cobardías que se han hecho después del retorno a la democracia ha sido -por lo menos- no denunciar un esfuerzo muy descarado por destruir la educación pública en Chile.
Creo que en Chile la idea de que haya libertad de educación es absolutamente falsa, porque la libertad de mandar a nuestros hijos a un colegio público, nos la han negado sistemáticamente. Por lo tanto, no hay libertad de elección, porque hay un sistema que literal, voluntaria y conscientemente fue destruido.
Respecto a la universidad, plantea serias dudas que actualmente en Chile muchas de estas instituciones puedan llamarse universidades. La universidad es, por sobretodo, un ambiente y la ley de 1981 define a las universidades por las carreras profesionales que da, lo cual constituye una aberración que no se ha visto en ninguna otra parte del mundo. Una universidad es, por sobretodo, un ambiente, un entorno, un mundo y una comunidad. Desde luego, la gran mayoría de las universidades privadas no son eso, no ofrecen eso.
Las encuestas en Chile indican que lo relevante a la hora de conseguir empleo en Chile son los contactos y las redes sociales en las cuales uno está metido. Estas redes se reproducen, por lo demás, desde muy temprano. Se reproducen desde las escuelas de enseñanza media a las universidades a las que la gente postula. De ahí esta cosa que se ha discutido respecto a que si la Universidad de Chile debe o no preocuparse de sacar los mejores puntajes de los colegios más ricos. Todo esto se reproduce a la hora de encontrar un mercado laboral. Eso es lejos lo más importante, mucho más que cualquier otra condicionante, las posibilidades laborales en el Chile actual.
Para la Universidad de Chile, es muy importante forzar el debate respecto a la educación pública. El Profesor Vivaldi señala que la educación debe ser vista como un espacio de encuentro y resalta un aspecto que tiene que ver con el tema de lo público y el bien común: cuando los estudiantes ingresan a la Universidad de Chile, y lo confiesan cándidamente, aproximadamente un tercio de ellos por primera vez conocen a los pobres. Nunca ellos habían interactuado o conocido gente que, por ejemplo, tiene dificultades económicas en sus hogares. Chile es extremadamente segregado y el contexto santiaguino así lo comprueba pero la intervención del Profesor Vivaldi plantea que la Universidad de Chile es probablemente el único lugar en Chile en el que un joven de La Dehesa puede bailar con una joven de La Pintana, pues la fiesta mechona es una manifestación no menor de ese proyecto de universidad pública. No hay otra instancia en que pueda darse que un judío conozca a una niña del opus dei, o que alguien que es hijo de un torturado por los militares conozca a una hija de un coronel. Eso solamente puede darse en la Universidad de Chile. El resto de la ciudad está hecho para mantener estos compartimientos estancos. En su opinión, esa es la más importante contribución de la educación pública y es la gran razón de ser de la Universidad de Chile.
Posteriormente, realizó su intervención Lautaro Guanca, quien puso atención en las “otras” orientaciones que debieran articular a la educación pública para sintonizarla con los desafíos que emanan de la sociedad civil y particularmente de los sectores populares que tienden a ser excluidos de los beneficios del modelo privatizador imperante. Si bien declara no ser especialista en educación, cree que los paradigmas no se han roto, pues desde hace rato debiéramos tener una educación distinta, pública, para que todos los chilenos puedan entrar a una universidad, estudiar y formarse, pero ahí empiezan a aparecer los paradigmas. Al respecto, señala que recientemente en un debate sobre la educación gratuita en Cuba, un profesor decía “¿para qué les sirve a los estudiantes cubanos tener una educación pública gratuita, y que un estudiante de medicina se gradúe de médico y no pague nada, si finalmente va a ser igual de pobre que un obrero?”. Eso que puede tener sentido en realidad es un engaño, pues lo que está detrás es un esfuerzo por quitarle el rol social y ontológico, quizás el trasfondo más sensible y necesario de la educación, al promover una educación movida por un fin utilitario, economicista, financiero y clasista. Ese paradigma es el que se debe romper. En la misma línea, señala, se habla de la enorme cantidad de abogados, ingenieros y arquitectos que surgieron desde las universidades y que hay un copamiento del mercado, que ya no hay pega, pero enfatiza “yo les diría que hay pega, ¡pucha que hay pega!, que saquemos adelante una propuesta de vivienda y vemos la necesidad de que los jóvenes universitarios, profesionales y semiprofesionales, se vuelquen a los territorios a construir un sujeto de cambio mucho más potenciado, con propuestas y alternativas de construcción, que elaboren proyectos”.
Finalmente intervino la Profesora Monckeberg, quien planteó una breve síntesis de las conclusiones de su libro “El Negocio de las Universidades en Chile”, que plantea la existencia de un negocio con una doble dimensión. Por una parte ese negocio es el de quienes han fundado universidades con el objetivo de ganar dinero y, por otra, están quienes buscan lo que ella llama el “negocio ideológico”, que consiste en perpetuar las ideas en el tiempo, perpetuar un modelo de sociedad, generar los cuadros y personas que sean funcionales a ese modelo, sobretodo en lo que tiene que ver con la producción de elites.
En ese escenario de privatización lo que ha ocurrido en este tiempo es la masificación. La cobertura se ha más que triplicado en quince años. En 1983 en Chile el total de estudiantes apenas sobrepasaba las 100.000 personas, pero entre ese año y el 2000, los estudiantes de universidades privadas se multiplicaron por cinco, y los de universidades del consejo de rectores, por dos. Entre el 2000 y el 2005, as universidades privadas duplicaron su matricula y sólo a partir del 2006 se empieza a observar una tendencia a frenar el crecimiento.
Consecuentemente con esa privatización hay una baja inversión del Estado, pues si bien el país destina un 2,1% del PIB a educación superior, el Estado sólo aporta un 0,3%, lo que significa que el esfuerzo lo están haciendo las familias con un 1,8%, cifra que se alcanza fundamentalmente por medio del endeudamiento.
Sin embargo, y a pesar de la publicidad y de los esfuerzos que hacen por captar a los alumnos con mejores puntajes, las privadas sólo alcanzaron un 17,1%, y las preferencias las tienen la Universidad de Chile y la Universidad Católica. Al respecto, la Profesora Monckeberg señala que las tres universidades privadas que están captando en forma progresiva estudiantes con mayores puntajes, tienen algunos puntos en común: tienen proyecto ideológico, existe una propuesta académica, el negocio no parece ser el principal motivo de su existencia y su población estudiantil proviene de los más exclusivos colegios particulares pagados. Provienen de los colegios más exclusivos, los más caros, los que están obteniendo puntajes más elevados en SIMCE y PSU.
En esa misma línea, una estadística interesante y de la cual se habla poco, es la del origen de los estudiantes que están llegando a las universidades. En el caso de las privadas, la Universidad Adolfo Ibáñez tiene un 84,1% de alumnos provenientes de colegios particulares pagados, y sólo un 1,9% de colegios municipales. La Universidad de Los Andes tiene sobre un 80% de estudiantes provenientes de colegios particulares, y la Universidad del Desarrollo, llega casi al 65%. Para tener una idea, si comparamos eso con la Universidad Católica, esta tiene “sólo” el 54,7%. En cambio, en las universidades públicas, tenemos que en la Universidad de Chile, un 39,2% viene de colegios particulares, un 31,9% de subvencionados y un 28,8% de municipales.
En conclusión, la privatización de la educación superior, que era uno de los objetivos buscados por los civiles que rodearon a Pinochet, es hoy una realidad. Los asesores de Pinochet, los que diseñaron e impulsaron la privatización de las empresas del Estado son los mismos que intentaron destruir la Universidad de Chile. Lo que sucede hoy, en el campo del mercado de las universidades, es en buena medida lo que ellos proyectaron desde finales de la década de los setenta y comienzos de los ochenta.
La Profesora Monckeberg, desde su lugar como periodista y profesora de esta universidad, plantea que el rol de la universidad pública debe tener algunos elementos fundamentales, necesarios para que trabajemos en la comunidad universitaria y ojala con otros actores sociales. En una sociedad fragmentada y segmentada, donde la desigual distribución de ingresos es ya una característica y un drama que aflora por todos lados, el espacio que puede aportar una universidad pública de calidad es imprescindible. ¿Desde dónde construir?: desde la universidad como sitio prioritario. El reforzamiento y profundización de la democracia requiere de espacios donde la libertad de pensamiento, la formación de ciudadanía y el debate de ideas sean realidad. ¿Dónde mejor, si no es en ese recinto que son la universidades públicas?
En síntesis, los tres expositores proveen antecedentes convergentes en el rol fundamental que las universidades públicas han tenido en la construcción de un país, ello desde diversos puntos de vista, sean estos culturales, sociales o como forjadores de pensamiento. La sociedad necesita de universidades públicas potentes preocupadas por los desafíos de un modelo de desarrollo democrático e inclusivo. Se consensúa que es desde las universidades públicas donde debieran surgir propuestas creativas e innovadoras frente a los problemas nacionales.