Paola Jirón (1)

Paola JirónLos avances que Chile ha demostrado en términos de construcción de viviendas en las últimas décadas son realmente impresionantes. Desde el extranjero se aprecia con admiración el esfuerzo que el país ha realizado por disminuir el déficit habitacional, lo que ha significado que los chilenos esperen en la ”cola de la vivienda” con la esperanza de obtener en el corto o mediano plazo una vivienda propia para vivir dignamente y dejar algo a sus hijos. Las modificaciones constantes que ha experimentado la política habitacional chilena, ampliando por ejemplo, el concepto de vivienda al incluir el entorno en que se ubican, han logrado una mejora visible en la calidad de soluciones que se entregan. Por otro lado, en términos operacionales se están incorporando avances tecnológicos provocando un salto importante para detectar mejor la demanda, las necesidades y acercarse más hacia facilitar la postulación y la focalización de la política. Por otro lado, existen experiencias positivas con miradas más integrales como es el caso del Fondo Solidario Concursable, pero que se enfrentan con problemas más complejos como el tema del suelo y también la estructura del Estado, que está concebida para acciones sectoriales y dificulta las acciones Intersectoriales.

Sin embargo, a partir de los resultados provenientes de diversas fuentes a lo largo de los años, es posible concordar que estas intervenciones habitacionales han generado consecuencias serias en las condiciones de vida en las que vive la población con altos índices de hacinamiento, calidad deficiente de las viviendas, entornos y barrios, segregación espacial y aglomeración de grupos vulnerables en las periferias urbanas. Además de las dificultades que presentan para los habitantes el cambio de condiciones desde arrendatarios, allegados u ocupantes ilegales a deudores hipotecarios en cuanto a las implicancias que esto tiene en el presupuesto familiar y la cotidianidad de los hogares. Estos ingredientes favorecen la constitución de una bomba de tiempo a punto de estallar, con resultados semejantes – pero con condicionantes locales – a las explosiones sociales que continúan ocurriendo en las urbes francesas.

Mejorar la calidad de vida de la población por medio de perfeccionar el acceso a vivienda, evitar la segregación, crear las condiciones de habitabilidad en los barrios existentes, crear más mejores espacios públicos, agilizar los servicios, son elementos necesarios, pero no responden efectivamente a la problemática del hábitat residencial de fondo, el cual no necesariamente pasa por una mejora física de las condiciones urbanas. Para atacar mejor esta problemática es necesario contar con visiones holísticas que logren efectivamente mejorar la calidad de vida de los habitantes urbanos. Esto requiere a lo menos de una clara definición respecto a que se refiere con calida de vida. Existen diversos enfoques que intentan esto, partiendo por los de corte más bien económico, pasando por los más centrados en la salud de la población, o enfoques de felicidad, de derechos humanos, aquellos con orientaciones más ambientalistas o las netamente físicas o más relacionadas a la habitabilidad. Cada uno de ellos tiene su objetivo y énfasis preciso, y ha sido utilizado en diversas instancias dependiendo de lo que se quiere lograr. La precisión de la definición o enfoque que se quiere adoptar no es solo una exigencia académica, si no un requerimiento mínimo para comprender los reales alcances de una intervención urbana o habitacional. Por esto, a fin de responder a los desafíos presentes y aquellos del futuro, se requiere definir claramente lo que entiende por calidad de vida si este es el objetivo final así como las principales expresiones de esta que debiera tener.

Un enfoque habitacional que tenga como fin mejorar la calidad de vida, implicaría dejar de lado las visiones viviendistas, basadas netamente en soluciones físico-espaciales, hacia enfoques más integrales, ya que los primeros tienen implicancias socioeconómicas, medioambientales, legales, culturales, entre otras, y pueden generar problemas más severos que los que intenta solucionar. Esto puede significar una mayor relación con las políticas sociales del país, pero también con aceptar lo que en el ámbito internacional ha sido ampliamente reconocido, que cualquier intervención en el territorio tiene que ir acompañada por otros elementos como intervenciones laborales, sociales, culturales, educacionales, entre otros. La calidad de vida no se mide solamente por más o menos metros cuadrados, o mejor calidad de construcción, también requiere pensar que la necesidad de trabajo, educación, salud, vivienda es tan importante como la de recreación, ocio, cultura, lo que se traduce tanto en equipamiento, como en posibilidades y oportunidades reales de disponibilidad y acceso a todos los beneficios de la ciudad.

Esto también implicaría, por ejemplo, contar con visiones desde diversos puntos de vistas, tanto disciplinarios como de instituciones y personas que sobre el tema tienen algo que decir. También se traduciría en incorporar un enfoque que cuente con una comprensión más cercana y por ende, más local de los problemas a enfrentar, lo que no niega orientaciones nacionales, pero con definiciones y aplicaciones locales. Esta comprensión debiera contener visiones de la experiencia de habitar que tiene la población, la experiencia cotidiana de lo que es vivir en su vivienda, barrio o ciudad. Lo que pasa necesariamente por hacer participe a la población en el proceso habitacional, no solo en cuanto a un aporte en ahorro o apoyo en el diseño y construcción de viviendas, pero en la forma cómo se toman las decisiones que afectan las vidas de las personas.

Finalmente, un enfoque habitacional que intente mejorar la calidad de vida no se centra solamente en aquellas personas que se encuentran más carenciados, y esto es lo que lo diferencia de un enfoque de pobreza o de vulnerabilidad. La calidad de vida en una ciudad reconoce las realidades y necesidades de todos los habitantes, ricos y pobres. Pese a reconocer que las personas de menores ingresos quizás necesitan mayor apoyo, existen otros grupos de la sociedad que pese a tener una mejor situación económica, no cuentan con las oportunidades de acceder a los beneficios que ofrece la ciudad. Por otro lado, al no revisar cómo viven los grupos de mayores ingresos, se pueden obviar situaciones que podrían tener implicancias profundas en la calidad de vida de todos los habitantes urbanos. Es decir, este enfoque actualizado implica entender que los procesos habitacionales deberían considerar las necesidades de todos los habitantes, sus aspiraciones, expectativas, sus relaciones sociales, las posibilidades de convivir y en definitiva, su derecho a la ciudad.

1. Académica INVI

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  1. Aplaudo en Fondo Concursable de Vivienda en forma parcial, pero tiene deficiencias preocupantes, para financiar suelo, urbanización y viviendas, siempre se llega a sobre poblar el terreno disponible para el proyecto, producto del valor fijo del subsidio. Esto es, se están generando conjuntos con superficies de terreno de 60m2 en los casos más extremos. Yo creo que el FSV debiera tener dos fondos coordinados, uno fijo de vivienda y otro variable para urbanización de acuerdo al precio de la infraestructura, algo parecido a lo que sucede con el FNDR y Subsidio Rural pero coordinado y bajo un mismo gestor.
    Carlos Araya S.
    asistenciatecnica@jundep.cl

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