por Carlos Lange V.(1)

Carlos LangeEn el contexto de un Curso de Formación General ofrecido por el INVI a alumnos de las distintas carreras de la Universidad y que cuenta con una masiva y hasta ahora participativa asistencia por parte de éstos, se intentaba definir y explicar desde una perspectiva académica qué se entiende por pobreza. En medio de una descripción relativa a la perspectiva sociohistórica del concepto, y buscando develar las problemáticas aristas del fenómeno, un alumno pidió la palabra y expresó que desde su perspectiva la pobreza se asemejaba a una “fuerza maligna”, confusa y densa, que atrapa y no deja avanzar a quienes la padecen.

Esta singular teoría no sólo sacó sonrisas y comentarios jocosos entre los presentes, sino que también nos invita a reflexionar sobre el alcance, la claridad y la capacidad explicativa que dichas teorías y aproximaciones académicas pueden aportar a la comprensión y la intervención sobre este fenómeno. Posiblemente ellas también contribuyan al nebuloso entramado denunciado por nuestro alumno.

Desde las ciencias sociales tratamos de resolver dicha confusión caracterizando la pobreza como un problema estructural. A los oídos de nuestros alumnos, seguramente esta explicación no les dice mucho, y mientras más tratamos de explicarlo convenientemente la confusión se acrecienta. Resulta paradójico que un problema que está presente en nuestro país de manera tan explícita, vívida y cotidiana, y que podemos experimentar tan directamente mientras nos trasladamos por nuestras ciudades y pueblos resulte tan difícil de explicar. Conversando con los colegas con quienes compartimos el curso quedamos convencidos que los modelos explicativos aprehendidos, y su consecuente abstracción de la realidad, resultan a todas luces insuficientes.

Una situación similar acontece con las iniciativas políticas que directa o indirectamente buscan enfrentar y dar respuestas a dicha problemática. Ejemplo de ello, es lo que acontece con la denominada Consejo Asesor Presidencial Trabajo y Equidad conformada por la Presidenta de la República.

Resulta paradójico que frente a la evidente relevancia que dicho problema posee en nuestro país, la constitución de esta iniciativa no haya sido capaz de generar un debate amplio, abierto y público respecto del tema. Como se recordará, dicho Consejo fue convocado con el objetivo de debatir y proponer enfoques y lineamientos tendientes a promover la equidad en nuestro país. Y si bien es cierto su convocatoria no posee un carácter ejecutivo, resulta indudable que su Informe Final puede ejercer una fuerte influencia en la definición de Políticas Públicas en nuestro país.

Desde esa perspectiva resulta preocupante el escaso eco que el debate en torno al tema ha tenido en nuestra sociedad. Ello se expresa en la poca cobertura que los medios de comunicación han dedicado al tema, considerando que al fin de cuentas son ellos quienes informan – o des-informan, quizás – a los chilenos. Asimismo, la gran mayoría de los centros académicos tampoco hemos logrado generar el ruido suficiente para promover el tan necesario debate que el tema requiere.

Desde la perspectiva del propio Consejo tampoco parece existir mayor interés por abrir el debate más allá de las fronteras de los propios convocados. De hecho, desde la trinchera de los escasos sectores de la prensa escrita que tangencialmente han informado del tema se comenta el marcado “hermetismo” que reinaría en el funcionamiento del Consejo, particularmente, en la definición de acuerdos y desacuerdos respecto de su informe final.

Las escasas informaciones filtradas por estos medios dejarían al descubierto algunos de los avances, acuerdos y principalmente, los desacuerdos que han surgido entre las posturas liberales y progresistas de sus integrantes. Dichas filtraciones indican que no habría posiciones consensuadas sobre estrategias concretas que promuevan efectivamente mayores cuotas de equidad en los distintos ámbitos en los cuales el Consejo trabaja. En este sentido no habría consenso respecto de los instrumentos convenientes para promover mejores condiciones laborales a los trabajadores, ni mecanismos de negociación colectiva que los resguarden. Lo mismo ocurriría en otros ámbitos sensibles como la posibilidad de un salario ético, reivindicaciones étnicas, y propuestas concretas de mejoramiento orientadas al ámbito urbano-habitacional.

Si estas aprehensiones se confirman el panorama resultará aún más paradójico de lo señalado anteriormente, por cuanto los signos que recuerdan la urgente actualidad de la pobreza e inequidad existentes en nuestro país siguen apareciendo permamentemente. A modo de ejemplo, los conflictos laborales existentes desbordan con mucho la huelga de subcontratistas de Codelco; el requerimiento por sueldos éticos no sólo posee una connotación económica como pensaba la senadora Matthei sino que deja en evidencia las contradicciones morales de un modelo de desarrollo que no regula por si mismo la desigual distribución de la riqueza; las demandas de los deudores habitacionales siguen dejando en evidencia los efectos de una política habitacional cualitativamente devastadora; el Transantiago sigue oprimiendo la dignidad y la calidad de vida de buena parte de los santiaguinos, amén del sangramiento financiero que ello genera en las arcas fiscales y del silencio cómplice de las autoridades que aún desconocen responsabilidades políticas en su implementación; el poder de “convencimiento” mostrado por los grandes empresarios del sector para torpedear el proyecto que eliminaba la franquicia a la construcción, justificada en su defensa de una clase media que seguramente no verá dicho beneficio expresado en una mejor calidad constructiva de sus viviendas.

En la medida que no seamos capaces de abordar estas problemáticas dentro de un debate nacional abierto, público e informado, la figura nebulosa de las “fuerzas malignas” seguirá operando en la comprensión e intervención de problemáticas estructurales como son la pobreza y la inequidad en nuestro país.

En el contexto del ya tan anunciado “segundo tiempo” de la administración Bachelet, donde se publicitan con fuerte énfasis algunas iniciativas emblemáticas como la Reforma Previsional, la invitación queda abierta a estar atentos al Informe Final del tan mentado Consejo, por cuanto seguramente marcarán el derrotero del segundo tiempo gubernamental y buena parte del destino de los chilenos.

1. Académico INVI

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  1. Es bastante acertado la publicación realizada, pero hay algo que no ha llegado al fondo del asunto, es imposible que un organismo sea cual fuere su nombre, conozca o defina y proponga políticas cuando el asunto no es conocido en su escencia, es fácil ponerle un nombre o etiquetarlo, pero es más dificil vivirlo, el tener empatía con los miles de personas que viven en situación de pobreza, además y desafortunadamente para todos nuestros compatriotas estos denominados “Consejos” son en su escencia una fachada y un gasto extra para el estado ya que no van a llegar a acuerdos concretos y realistas para nuestra sociedad y realidad, asi que por un largo tiempo va a ser denominado “fantasma”

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