Por Fernando Campos Medina. Sociólogo, Master en Vivienda y Urbanismo, Candidato a Doctor en Urbanismo Bauhaus Universität Weimar.

Conversando hace un par de semanas con Jorge Larenas, Director del Instituto de la Vivienda, le comentaba cómo a algunos de los chilenos que residimos el extranjero nos ha tocado relatar la compleja situación sísmica de nuestro país con posterioridad al terremoto de Concepción del 27 de Febrero de 2010. En más de alguna conversación algunos compatriotas nos vimos relatando cómo, gracias a una estricta normativa en materia sísmica a nivel de nuestras construcciones, en uno de los terremotos más fuertes de nuestra historia las consecuencias no habrían sido tan devastadoras como en otros lugares del planeta.

En esta misma conversación, intentando desde la distancia comprender lo que ha ocurrido en el país, comentaba que al parecer y según la información de los medios de comunicación, el tema de la prevención sísmica se estaría desplazando desde los elementos arquitectónicos hacia temas de planificación territorial.

Hoy cuando pensamos en una rápida reconstrucción de las viviendas o las infraestructuras en Chile, nos olvidamos que el evento natural que literalmente removió al país, no sólo lo hizo a un nivel material (físico o económico), sino que también debiera (digo debiera, porque espero que así sea) removerlo a nivel social e institucional, en otras palabras, respecto de cómo pensamos nuestro ordenamiento social y territorial.


Así como no existe plena claridad entre los arquitectos en referencia a si nuestras infraestructuras y edificios resistieron de manera adecuada el evento sísmico, situación que por lo demás es completamente medible y comparable, la gente que trabaja a nivel de la planificación territorial debiera aceptar que en nuestra área ha existido un importante grado de fracaso.

Espero no sonar derrotista, porque entiendo que es muy fácil señalar los aciertos o errores desde la distancia. Tampoco quiero ser mal interpretado, simplemente quisiera afirmar que existe un valor en reconocer abiertamente los errores, errores que pueden ser colectivos y que claramente no han sido provocados deliberadamente. Esta acción que para muchos resulta pesimista o negativa, tiene por otra parte,  la capacidad de alertarnos como sociedad respecto de nuestros límites, qué estamos dispuestos a aceptar y qué cosas bajo ningún motivo permitiremos que se vuelvan a repetir.

En otras palabras, se puede afirmar que un alto grado de complacencia para con nuestras decisiones e instituciones, puede ser nefasta a la hora de generar cambios sustantivos en nuestros ordenamientos, instituciones y modos de organización social.

Ha existido un error a nivel de planificación territorial y este ha tocado muchas de las dimensiones que debiera incluir una correcta planificación. Este concepto dice relación con construir un ordenamiento, pero también dice relación, con anticipar situaciones futuras evitando consecuencias indeseadas. Ahora, la única manera de evitar lo inesperado se encuentra en la correcta construcción de escenarios, que permitan traer al presente lo que se encuentra aún a nivel potencial.

Intento señalar que lo que necesita nuestra gobernanza territorial son capacidades estratégicas y capacidades de aprendizaje. Capacidad estratégica para prever escenarios complejos, no sólo respecto de riesgos naturales, sino de consecuencias económicas, sociales y territoriales de cualquier acción. Capacidad de aprendizaje para observar las consecuencias de la acción y ser capaces de generar mecanismos de toma de decisión, que incorporan los aciertos y fracasos del pasado tanto los producidos “de manera externa”, como los producidos por “errores en la acción de nuestras instituciones”.

Este cambio en la orientación de la política desde la lógica del poder hacia una lógica de la evidencia, es señalada por Helmut Wilke profesor de la Universidad de Bielefeld en Alemania, como elemento necesario en las nuevas formas de Gobernanza (Wilke, Helmut 2007, págs. 9-16) .

A nivel territorial es necesario en medio de la reconstrucción acelerada de infraestructuras, edificios y viviendas, pensar de manera estratégica respecto de los cambios profundos que puede tener la institución correcta en nuestras ciudades de directrices y ordenanzas, para evitar la construcción en zonas de riesgos, para generar procedimientos pertinentes de evacuación, entre otras medidas que aparecen nombradas en los medios de comunicación.

En esta construcción de una mirada estratégica sobre el territorio, el Instituto de la Vivienda tiene un capital excepcional pero al mismo tiempo una responsabilidad de igual cuantía.  Como ejemplo, y en mi esfuerzo por entender el tema de “Desastres naturales”, encuentro que en el año 2003 existe un número completo de la Revista INVI (en ese entonces Boletín del Instituto de la Vivienda N°47) dedicado íntegramente a “las catástrofes que afectan al hábitat residencial” (Sepúlveda Mellado, O., 2003, págs 5-9).

Al releer este documento, me doy cuenta que muchas de mis intuiciones han sido desarrolladas ya por otros investigadores y observo con satisfacción como el académico Ricardo Tapia, ya en ese momento señalaba la necesidad de pensar nuestra institucionalidad para hacer frente a las catástrofes en términos de integralidad, legitimidad y movilización (Tapia Zarricueta, R., 2003 págs 91-105).

Si es posible agregar algo a esta discusión, quiero terminar señalando que es necesario movilizar nuestros recursos de investigación para entregar capacidad de aprendizaje a nuestras políticas territoriales. Quiero cerrar este comentario reflexionando sobre una discusión que tuvo su momento en el Chile post-terremoto, respecto de la “dignidad” o “falta de dignidad” de las soluciones habitaciones de emergencia o mediaguas que entrega un techo para Chile.

Creo que gran parte de esta discusión -un tanto retórica- se solucionaría si se pasa de una interpretación de la vivienda como un elemento estático a una comprensión de la dinámica del proceso habitacional. Como el Instituto de la Vivienda ha señalado en más de un documento.

Si la vivienda de emergencia es una solución habitacional definitiva, claro que es indigna. Por el contrario si la vivienda de emergencia es transitoria, bienvenida sea y es más, comprometámonos todos en hacer de dicha solución, por precaria que parezca, una solución lo más digna posible.

Pero ¿no será tal vez que la pregunta misma sobre la “dignidad” de un objeto es inadecuada? En otras palabras, ¿no será falaz el intentar entregar un juicio normativo a un objeto y no a una acción? Ahora, en términos arquitectónicos la misma pregunta, ¿es posible pensar un juicio normativo para una tipología de vivienda? Esta pregunta por lo menos en términos judiciales parece superada, por mucho que pueda yo matar a alguien con un libro, esto no convierte al libro en un arma, sino a quién lo usa -de manera enferma- en un asesino.

Volviendo a las capacidades de aprendizaje y a la planificación ¿Cómo podemos asegurarnos que una vivienda transitoria sea realmente transitoria? La respuesta está en la comprensión y construcción de los mecanismos que permitirán movilizar a las personas dentro de un sistema habitacional dinámico. En un sistema habitacional dinámico no es sólo la vivienda la que se flexibiliza -pudiendo ser ampliada, mejorada, duplicada en sus dimensiones y terminada de maneras creativas por sus habitantes-, sino que se mejoran las capacidades de “movilidad residencial” de las familias en sus distintos “ciclos de vida”.

Extrañé, en términos de Hartmut Wilke, inteligencia política en esta discusión y no sólo porque los “políticos” se pasan de un día a otro del rechazo a la instalación de viviendas de emergencia en sus comunas o regiones, a ser un universitario más, voluntario de “Un Techo para Chile”. La responsabilidad de la academia ya no es sólo entregar información a las autoridades, sino incidir en la construcción y reconstrucción de nuestras políticas públicas.

Bibliografía
SÉPULVEDA M., Orlando. Editorial Boletín del Instituto de la Vivienda 18(47): 5-9 mayo 2003 ISSN 0718-1299
TAPIA Z., Ricardo. Vivienda y Emergencia ante desastres naturales producidos por sismos. Sismo de 1997 en la comuna de Punitaqui, Chile. Boletín del Instituto de la Vivienda. 18(47): 91-105, mayo 2003, ISSN 0716-5668
WILLKE, Helmut. Capacidad de rendimiento del estado y la necesidad de nuevas formas de governance. Persona y Sociedad. 21(2): 9-16 agosto 2007 ISSN: 0716–730X

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